Sobre la reversibilidad de los objetos culturales (y de paso escuchan un poco de música)
Sobre la
reversibilidad de los objetos culturales: Mack the Knife
Mack The
Knife es una canción de Jazz muy conocida, entre otras cosas, por haberla cantado
Frank Sinatra (https://www.youtube.com/watch?v=IW0RgtRLd1k). Pero hasta que
llegó a Sinatra, y se convirtió en un tema alegre, de festejo, la canción tuvo
varias resignificaciones muy curiosas.
Mack the
Kinfe es la traducción de una parte de la Opera de los Tres Centavos de
Berltold Brecht ("Die Moritat von Mackie Messer", música de Kurt
Weil, 1929). Se dice que Bertold Brecht se basó en The Beggars Opera
de Jonh Gay, de 1726, que tenía un contenido de crítica social y política,
sobre todo riquisima en resaltar y denunciar ambigüedades del mundo del delito
y la política (https://www.youtube.com/watch?v=TW2GIYQTtIY)
. John Gay formaba parte de un circulo de intelectuales críticos y contestarios
del sistema de su época. Además de ser una parodia del gusto por las operetas
italianas, el musical está inspirado en la Londres de la época y sus personajes:
Jonathan Wild, jefe de policía de Londres y al mismo tiempo jefe de la mayor
red de ladrones de la ciudad; Jack Sheppard, ladrón reincidente que se
convertiría en ícono de admiración de las clases populares, y Sir Rober
Walhpole, el primer "Primer Ministro" de Inglaterra que combinó alta
política con negocios sucios y grandes negocios internacionales (como su
participación en la South Sea Company, un gran ejemplo de mezcla -no del todo
clara- de intereses públicos y privados, desfalcos y esa clase de cosas).
Ahora si,
ya en 1929, y en la ópera de Brecht y Kurt Weill la interpretación
de tema de Mackie Messer, es la de un lamento repetitivo, cansino, y algo
trágico, casi como un pregón de mendigo (https://www.youtube.com/watch?v=_QXJ3OXWaOY).
Poca instrumentación, una voz, también apagada, relata con melodía sencilla,
pegadiza y oscura, crímenes, mujeres violadas, niños muertos. Curiosamente el
autor de todos esos crímenes es el protagonista y antiheroe de la obra. Amigo,
cómo no, de su ex-compinche, el jefe de policía, y perseguido por su
competidor, otro gran criminal. Aquí la obra no pierde su contenido de denuncia
al sistema, a pesar de que nuestro antiheroe no deja de ser un criminal (dicen
que la voz de la grabación que se tiene de esa obra es del mismo Bertold
Brecht).
Posguerra
en Estados Unidos. Comienza la época de oro de la superficial alegría. Louis
Armtrong en 1956 es quien roba el tema a los europeos y lo comienza a convertir
en un producto de jazz propiamente dicho, y de jazz norteamericano,
claro, tal como lo conocemos hoy, con instrumentación, y un poco
menos oscuro, pero, en su caso, sin dejar de ser un lamento, aunque pierde
todo el contenido de denuncia antisistema que tenía el original, se convierte
en una cancioncita bailable (https://www.youtube.com/watch?v=S-lHrDPjGfQ). Cuando
en 1958 lo interpreta Bobby Daring, en una actuación consagratoria, y según
muchos, la mejor de todas, ya es un gran producto del show business. Aquí
ya la tera importa poco, de hecho, el tema se convierte un un tema festivo,
dificilmente se trata de crímenes, se trata del gran performer, del entretainer,
de Bobby Daring bailando, chasqueando los dedos, seduciendo a todo el público y
haciéndolos bailar contentos una letra que habla de niños muertos y mujeres
violadas (https://www.youtube.com/watch?v=uiGFZUnJgqU) . El relato de los
hechos cede ante la necesidad de la música, y la música es el vehículo del entretenimiento,
y el entretenimiento es el animador y lo que él hace con su público,
el gran Bobby Daring. Lo que dice la letra en la parte de los címenes ya no
importa. Cuando dice que tiene grandes dientes blancos, en lugar de imaginarnos
una macabra sonrisa depredadora, nos imaginamos ahora la de un caballero
galante, canchero y simpático. Y todos a bailar!
Y en los
sesenta Frank Sinatra toma eso y lo lleva a la exasperación. Cuando él canta Mack
The Knife, cuando dice "He's back in town!", lo festeja, lo celebra.
Parece estar contándole a sus compinches, que ha vuelto su viejo amigo, un tipo
duro, The Knife, un goodfella. Y podemos imaginar a todo el Rat Pack,
brindando por la vuelta de Mack, y claro, quién no quiere ser Mack, o alguno de
ellos? Ha vuelto Mack! Y eso es un acontecimiento! Y cuando lo canta Sinatra,
claro, se le caen las bombachas a las minas, porque él es Mack, en ese momento,
él es Las Vegas, la Mafia, el macho canchero, y una mega big band, toda su
orquesta de cientos de instrumentos que están ahí sólo para él. Y se sabe, es
un tipo duro, pero tan caballero y suave como el qué más.( quién podría dejar a
su chica a solas con alguien del Rat Pack, 15 minutos? Olvidate. Y con Frankie,
sólo dos minutos? Eso bastaría para que te tengas que olvidar de ella). Pero no
es tu chica, es el público la chica, caen seducidos por este galante y hermoso
mafioso. Porque todos sabemos que Frankie es un mafioso, y su enorme, perfecta,
orquesta es la demostración de ese poder. Y él sabe usar todo eso para seducir,
porque es un caballero (pero eso sí, si te hacés el guapo, aparecés en el río,
como dice la canción). Mack the Knife acá es la celebración de los "buenos
muchachos", de la complicidad, en sus dos sentidos. Todos queremos ser Mack
the Knife, el más temido, el más amado, tomarnos unos whiskies con Frank, y que
cuando lleguemos a la ciudad todos lo comenten, los amigos lo celebren y los
enemigos teman aparecer en el río.
En esta
pequeña historia, el crimen pasa de objeto de denuncia a a un personaje que se
celebra, porque en definitva, es un ganador. Es EL gran ganador. Y el foco del
producto musical pasa de la intención original del argumento (la denuncia), a
la musica en sí misma (como era eso de que el medio era el mensaje?), el
espectáculo, y, finalmente al performer , es decir quien lo canta y la magia
que despliega. Con Sinatra, Mack the Knife, es sólo una excusa más para que se
luzca y seduzca.
Este producto
cultural que manifiesta una llamativa persistencia y reaparición. Aretha
Franklin se olvidó la letra, en una ocasión, al cantarlo en vivo, y comenzó a
improvisar relatando quien lo había cantado antes. Desde entonces, en un curiosísimo
caso de genealogía artística, Frank, cuando lo canta, repasa la historia más
reciente del producto, tal como improvisara Aretha Franklin.
Pero las
vueltas no terminan aquí. Resulta que en los ochenta el poeta de la compleja
sencillez, de la sordidez en la alegría, del Caribe en el Imperio, Rubén
Blades, hizo una canción de salsa que se hizo obra de teatro, que se hizo
película, y que fue un fenómeno masivo en el ambiente que se autorreconocía
"latino" (no nosotros, los que nos pretendíamos los "arios"
del cono sur, sino en todo el resto): "Pedro Navaja" (https://www.youtube.com/watch?v=xT05OcLI1OY).
De la música de Mack The Knife no queda nada, o mejor la canción va acelerando
del aviso cansino y repetitivo a la alegría exultante y el baile,
progresivamente, resumiendo, en clave latina, toda la historia de la canción. La
historia ocurre en el gueto latino de Nueva York, en los pesados ochenta. Pedro
Navaja es maestro del cuchillo, fiolo, y no perdona una traición. Las minas que
explota se enamoran de él y cada tanto las tiene que ubicar de un cachetazo.
Pero es justamente una de ellas, la que por despecho lo traiciona, y en este
caso Pedro Navaja, a diferencia de Mack, muere, por el mismo revolver que ella
le había regalado a su prostituta/amante para protegerse. Porque convertido en
un producto católico, Mack the Knife pierde por completo su crítica e incluso
su contradictoria felicidad original (su crítica anticapitalista y su
celebración hipercapitalista) y pasa a pretender una enseñanza moral. "El
que a hierro mata a hierro termina", advierte Blades al final de la
canción (Blades, su apellido real, curiosamente, en inglés es el plural de
“blade”, término que se refiere a la hoja de un arma blanca). Él va a matar a
su prostituta y ex protegida, y ex amante, y ella lo mata con a él, con el
mismo revolver.38 “del especial” que él le había dado a ella para que se cuide…
no sé si queda clara la moraleja. Y es que no puede haber celebración de la
violencia, o, si la hay, el malo debe terminar castigado por sus pecados. Tuvo
tiempo de arrepentirse hasta último momento y no lo hizo. Pasa un mendigo
borracho, revisa el cuerpo y le roba lo que tiene. Tampoco es un castigo divino.
Pedro Navaja termina muriendo con resignación, sabiendo que esas son las reglas
del juego. Se trata simplemente de no dejar la tragedia inconclusa y poder
darle un contenido moral a la obra. Porque los católicos mientras más excluidos
son, más moralistas se ponen, y no hay denuncia sin mensaje.
La
historia de esta canción está atada así, no sólo por su contenido, sino por sus
desplazamientos entre objeto musical, argumento, espectáculo y performers, a toda esa ambigúedad de
rechazo y admiración, miedo y fascinación, grotesco y poder, seducción y
poderío, que produce el crimen: mientras más atrae, más rechaza. Y finalmente,
con Pedro Navaja, crimen y castigo, la necesidad (o la promesa) de dar un orden
moral al mundo.
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